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Segunda Guerra Mundial
Blog de lucasssss
18 de Junio, 2011 · General

El Pacto de Múnich


El Pacto de Múnich

Vísperas de la guerra mundial

            Durante la noche del 29 al 30 de septiembre de 1938, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania firmaron en la ciudad de Múnich un pacto que determinaba la entrega a Alemania de un importante territorio en Checoslovaquia; y ciertas demandas territoriales de Polonia y Hungría serian también satisfechas a costa de Checoslovaquia; cuando este país quedara mutilado, las cuatro potencias garantizarían la integridad del resto. Muchos creyeron que se había ganado la paz para muchas generaciones, pero la guerra mundial estallo un año después.

La cuestión Checoslovaca

            La situación general en Europa era dramática. La persona a quien los periódicos ingleses llamaron años antes (un extraño tirolés), Adolf Hitler, había reconstruido toda la fuerza alemana perdida en la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles. Creo un pacto con la Italia de Mussolini el (Eje), y en marzo había anexionado Austria a Alemania; ahora pretendía conquistar un sustancioso fragmento de Checoslovaquia: el territorio llamado de los Sudetes, donde vivía una mayoría alemana que Hitler consideraba (irredenta)

                Checoslovaquia era un país inventado al terminar la Primera Guerra Mundial, en 1918, tomando territorios del desmembrado imperio Austria-Hungría y uniendo a los checos con los eslovacos: la proporción de habitantes, en 1918, era de siete millones de checos, dos millones de eslovacos, tres millones y medio de alemanes concentrados en la tierra de los Sudetes y cantidades inferiores al millón de húngaros y de rutenos.

                Los alemanes separados pretendieron siempre la reincorporación a su patria de origen; pero no todos deseaban que esa patria estuviese dominada por el nazismo de Hitler. El movimiento nacionalista de Konrad Henlein trabajaba de acuerdo con Hitler; había un partido socialdemócrata que pretendía, sobre todo, una autonomía democrática. Sobre los demócratas, el partido nazi ejercía una fortísima presión. Hitler enviaba agentes y agitadores capaces de realizar provocaciones; a cada de ellas, Hitler reaccionaba con energicos discursos acusando a los checos de maltratar a los alemanes.

                La decisión de apoderarse no solo de este territorio, sino de toda Checoslovaquia, había sido tomada por Hitler por lo menos un año antes. El 5 de noviembre de 1937 celebro una reunión secreta a la que asistieron, entre otros, el ministro de la Guerra, el de Asuntos Exteriores, el comandante en jefe de la Marina, el de la Aviación y el del Ejército de Tierra. Explico entonces que su objetivo era anexionarse Austria y Checoslovaquia para cubrir cualquier ataque por el Este si Alemania avanzaba hacia el Oeste: las notas sobre esta reunión constituyen el Protocolo Hossbach (del coronel Hossbach, que estaba presente) y se utilizaron abundantemente en el Proceso de Núremberg, que condenaría a los criminales de guerra.     

¿Un deseo de Hitler o un plan de las democracias?

            Pero la integridad de Checoslovaquia estaba garantizada por los tratados y acuerdos que la dieron vida. Había dudas acerca de si los aliados (Inglaterra y Francia) serian capaces de entrar en guerra para defender Checoslovaquia o si cederían y la abandonarían con la esperanza de que fuese la ultima anexión de Hitler y así pudieran vivir en paz.            

                Los historiadores de la época dividen sus opiniones en dos. Unos creen que Hitler estaba seguro de que provocaría la guerra mundial, y la deseaba. En el Protocolo Hossbach se dice que Hitler sentía que los años se le venía encima (tenia 48) y quería realizar la conquista del mundo antes de que se le hiciera tarde.

                Los historiadores soviéticos tienen otro punto de vista sobre la cuestión. Según ellos, no solo Francia el Reino Unido, sino también Estados Unidos, pretendían canalizar la agresividad y los sueños imperiales de Hitler por donde les convenía: que Alemania se expandiera hacia el Este, sobre territorio soviético. Creían que, de esta forma, las dos potencias se destruirían entre sí; y entonces las democracias capitalistas podrían fácilmente tomar posesión de Europa, acabando al mismo tiempo con el comunismo y con el nazismo. La idea procedería de Estados Unidos: un viaje a Europa del subsecretario de Estado, Sumner Welles, del financiero Bernard Baruch (el mismo que después de la guerra presento el Plan Baruch para reducir a Alemania al estado pastoril y agrario) tuvo por objeto convencer a ingleses y franceses de impulsar a Hitler hacia el Este; la acción habría sido continuada por los embajadores de estados Unidos: Kennedy (padre del que después seia presidente) en la embajada de Londres; Bullit en la de Paris y Hugh Wilson en Berlín.

Todo estaba ya decidido

            Hitler recibió a sus invitados en Múnich, en unión de Mussolini. Se reprodujo la misma escena de contraste entre el esfuerzo civil y el poder militar, tan cuidadosamente preparada por Hitler. Les llevo a la Fuhrerhaus de la Konigsplatz. Eran las 12:30 del 29 de enero, y Hitler caería derrumbado en un sillón: como aplastado por el esfuerzo diplomático que estaba haciendo para “preservar la paz del mundo”. Apenas hablo. No sabía ningún idioma extranjero, y esa parece ser la verdadera causa de su silencio, aunque se interpreto como una concesión a Mussolini, como cargando sobre él la responsabilidad de hacer supuestas concesiones cuando el tenia ya la guerra decidida.

                Mussolini esgrimió un memorándum que presento como propio: en realidad, lo habían escrito en el ministerio de Asuntos Exteriores alemán (Goering, Neurath, Von Wezsacker). Daladier y Chamberlain trataron (débilmente) de pedir que Checoslovaquia estuviera presente en la confederación donde teoría se iba a decidir su destino (estaba ya decidió): Hitler rechazo la petición: Otros intentos de regular la entrega de los Sudetes (las indemnizaciones por las propiedades privadas, la suerte de las poblaciones de desearan abandonar el territorio ocupado) fueron también desoídas.

                La llamada “conferencia” era, en realidad, un maremágnum de conversaciones privadas, de grupos, de estado de nervios de Hitler, de suavidad por parte de Mussolini; y de terror por parte de Chamberlain y de Deladier. Un testigo aparecía “grisáceo y distinguido!; Deladier, “silencioso e incomodo”. Hitler trataba de imitar a Mussolini, que hablaba en idiomas que él no entendía: reía o ponía la cara seria y el ceño fruncido unos segundos después de que lo hiciera Mussolini.

                Por la tarde, ya solo se discutía el texto del memorándum que se atribuía a Mussolini. A la madrugada, todo el texto estaba aceptado. A primeras horas de la madrugada del 30 de noviembre, los funcionarios de las delegaciones redactaban el documento. “Daladier se había hundido, agotado, en un inmenso sillón”, dice un testigo, Mussolini y Chamberlain conversaban en tono amistoso, y Hitler permanecía con la mirada fija en el vacío y los brazos cruzados.


 

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publicado por lucasssss a las 20:26 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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